lunes, 22 de octubre de 2012

La medicina: Una mirada diferente.


Reflexión diaria.

La medicina: Una mirada diferente.






La medicina es un arte. Su estudio teórico comprende la infinidad de conocimientos que se deben adquirir para consumar su verdadera función, un espacio en el cual esta ciencia pasa a ser una verdadera obra magistral: su aplicación. Cuando el médico se propone a cumplir su trabajo, debe entrar en un estado de trance, un remoto emplazamiento que lo enlaza con la naturaleza. Como el mismo sabio Voltaire dijo: “El arte de la medicina consiste en mantener al paciente en buen estado de ánimo mientras la naturaleza le va curando”. Y es obvio, el médico excepcional  no lucha contra la enfermedad, sino que se adecua a ella, trata de comprenderla; sólo así, la patología se vuelve entendible. Pero el facultativo no puede atacar la enfermedad, ese es trabajo de la misma naturaleza. Así, el esfuerzo del galeno se centra en otro ámbito: la persona. La Medicina es la ciencia de la humanidad: claramente el especialista tiene que preocuparse de su paciente, debe consentirlo y asegurarse de su estabilidad. Pero esto no es una tarea sencilla. Para que el médico logre abrazar la idea de sanar, junto a la naturaleza como aliado, debe encasillar en su mente todo el universo que encierra la biología humana: Sector maravillosos y remoto, lleno de complejos procesos y engranajes. Toda esta dimensión, el hombre a tratado siempre de escarbarla, porque es una especie que necesita entender, necesita la razón y la lógica, desea explorar: "No me siento obligado a creer que el mismo Dios que nos ha dotado de sentido común, raciocinio e intelecto tuviera como intención privarnos de su uso" <Galileo Galilei>.

Y toda esta hambre de conocimiento ha concluido en el saber contemporáneo del cuerpo. La utopía de Foucault se ha vuelto un lugar menos extraño y más abierto, aunque todavía interesante y misterioso. No es acaso increíble imaginarse el laberinto que es el cuerpo humano. Descubrir como todo está perfectamente relacionado, como cada estructura desde lo magno hasta lo micro funciona con una perfección extraordinaria. Tal vez, este paraíso terrenal que encierra nuestro cuerpo inspira la construcción de un atlas, más que el mismo saber. Así, el estudio de este no se vuelve una tarea tediosa, sino que un trabajo deslumbrante que nos sorprende con cada página que observamos.

Con todo lo anterior, la medicina se vuelve una labor maravillosa. El médico acaricia un quehacer único, una tarea que no permite errores, donde solo se admite la perfección. Pero cuando el profesional se hace uno con la esencia del cuerpo, es imposible fallar. El facultativo se vuelve una pequeña y sabia deidad que moldea su mente para estructurar una solución. Las enfermedades evolucionan, convirtiéndose en barreras que el médico debe superarlas, pero recordando que estas no son su enemigo, sino que una materia que le ayuda a acrecentar su conocimiento. Quizás lo más interesante es que estas patologías no solo cambian en este sentido, sino que además aparecen nuevas barreras, mucho más altas y difíciles de comprender. Así la medicina debe cambiar sus bases, para configurar una nueva vía de conocimiento. Con esto, se vuelve una ciencia “inestable” que debe, y deberá, cambiar con el tiempo. Aquí es donde surge lo cautivante: La humanidad deposita su fe en una base cambiante. Pero, contra toda lógica, es la opción correcta. El error sería no confiar en una ciencia tan perfecta, obviamente por las razones expuestas.
Para finalizar, la creación de un atlas es solo una forma de ilustrar uno de los mejores logros biológicos de la naturaleza y sus leyes: El cuerpo humano; y además, ayudar al hombre a establecer los pilares principales que se requieren para meditar acerca de los múltiples rincones que rodean a la ciencia médica, porque, como he nombrado antes, es un verdadero arte, que merece ser respetado, es una de las pocas vías que puede tomar el hombre para centrarse en los demás, logrando el bienestar y seguridad al prójimo, ya que "En cuanto a las enfermedades ten por costumbre dos cosas: Ayudar, o al menos no hacer más daño" <Hipócrates>
               



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