Reflexión diaria.
La violencia divina: La manipulación más remota.
Como hemos planteado a lo largo de
muchas reflexiones, existe una gran variedad de tipos de violencias: Unas se
orientan al plano político, otras al social; pero existe una en particular que
llama singularmente la atención: La violencia ejercida por la figura de los
dioses. Este tipo de agresión se eleva a un plano superior a las nombradas,
pues abarca amplias áreas, sin mencionar que su fuerte se concentra en el plano
psicológico, más que el físico. Esto genera controversia, ya que, en el caso de
los cristianos, sus doctrinas religiosas se orientan meramente a la buena
convivencia y solidaridad hacia el otro; de esta manera, ¿Cuál es el verdadero
fin de los violentos acontecimientos que ocurrieron a manos de las deidades,
que divergen fuertemente con las ideas del bien común que promulgan sus
mandatos?
Para comenzar este tema, nos centraremos
en la figura del dios cristiano, porque es la más familiarizada en el mundo
occidental. Su omnipotente e inmutable imagen se hace presente en cada una de
la páginas de la Biblia y de aquí se narran todos los sucesos que él provocó.
Resulta interesante que en el Antiguo Testamento se mencionan muchas de las
sanguinarias actividades de Dios, que abarcan nada menos que la cifra de
2.317.088 asesinatos según los versículos bíblicos. Así, apreciamos que esta
deidad es palmariamente un representante de la violencia, pues todas sus
peripecias finalizaron en el sufrimiento y desestabilización de ciertos grupos
humanos. Más, todas estas cuentas tienen un claro propósito: Reforzar la figura
del creador cristiano. Por consiguiente,
su nombre pretende influenciar pavor, pretende que se genere una gran
zozobra frente a su furia divina.
De esta manera, todo este derramamiento
de sangre converge en la idea de ejercer poder sobre la población, aterrada
bajo la idea de una posible catástrofe si no se siguen las doctrinas aladas. Al
igual que un dictador, ambas figuras ascienden al poder mediante la fuerza. Sin
embargo, estos espeluznantes poderosos conocen que el pueblo no sucumbe tan fácilmente;
tarde o temprano, la violencia atrae estrepitosos conflictos bélicos que
podrían derrocar al alto mando. Así, se ven obligados a la ejecución de otros
planes, que en apariencia son totalmente contrarios a sus procedimientos
anteriores, pero que al final no corresponden más que a medios para mantener sus
fines. Y el caso de Dios, no existe excepción, y además sus tácticas son
bastante ingeniosas:
El Nuevo Testamento es uno de estos
medios. Este representa un importante quiebre en la figura del ensangrentado
Dios: resalta la figura de Jesús, quien aparentemente es mucho más tolerante y
pacífico. Incluso este perece (un hipotético sacrificio) bajo la figura de la
cruz, lo cual en sí es un acto violento. Esto lleva al individuo a un
desequilibrio emocional que reemplaza el miedo por la misericordia y
agradecimiento. Con esto, estaríamos en presencia de la mismísima violencia
objetiva zizekriana, la cual ha permitido el sometimiento ideológico de un gran
porcentaje de la población bajo el estandarte cristiano desde tiempos
inmemorables.
Finalmente, es necesario meditar sobre
este punto, pues no es válida la esclavitud de ningún tipo, menos la
intelectual. Los valores del cristianismo son perfectamente válidos, ya que
promulgan la dicha y el amor, pero siempre se debe aplicar bajo el concepto de
libertad. No se debe pertenecer nunca a ideologías por miedo. Se debe generar
siempre un diálogo abierto, y jamás caer en las garras de los seres que lo
único que pretenden es tener el poder.
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