Reflexión diaria:
La Violencia: ¿Ilusión mediatizada?
El disparo del delincuente, la piedra del
encapuchado contra el ventanal bancario, la ofensa de Aquiles a los dioses
olímpicos, entre miles de otros ejemplos. La violencia es pan de cada día. Los
medios masivos muestran realidades bélicas a diario; tanto es su insistencia
que la indiferencia hacia estos acontecimientos es totalmente sobreentendida.
Pero, ¿Es normal vacilar ante estos eventos?, ¿Es meramente humana la frialdad
ante la crueldad?
Primeramente, debemos desglosar el concepto
de violencia y entender cada una de sus partes. Desde un sentido bastante
literal, esta abstracción es la práctica negativa de una agente identificable
hacia otro grupo, citando las palabras del filósofo esloveno Slavoj Žižek. Por
otra parte, este mismo personaje nos plantea la existencia de otro tipo de
violencia: La “objetiva”. Esta a su vez se conforma de una parte simbólica y
otra sistémica. La primera consiste en el poder del lenguaje en el mundo
social, mientras que la siguiente se entiende como la que desajusta el
equilibrio político y económico.
Para manifestar esta idea de manera más
concisa, es adecuado ilustrarlo con ejemplos. El comunismo se mostró como una
ideología violenta frente al sistema mundial. Los gobiernos autocráticos que se
alzaron junto a estas doctrinas tenían responsables palmariamente identificables.
Además, su parte “simbólica” se aprecia en el manifiesto comunista,
revolucionaria literatura que generó fuertes crisis en las políticas
“normales”. Parecido es el caso de un asesino. El homicida (el cual podemos
identificar una vez se descubra) ha cometido un acto deplorable acabando con la
armonía de una familia.
Mas claro, estas citas constituyen a la
“esencia” misma de la violencia. Son reconocibles, obvias. Pero, ¿Qué ocurre
con los movimientos de las economías liberales, sus decretos políticos o
intereses? Pareciera que la violencia no existiera en ellos. Es más, los
ocupantes de los altos cargos capitalistas llevan consigo el apodo de
“filántropos”. Sin embargo, ¿No es, acaso, violento el embargo del hogar de
quien no puede pagar sus deudas, o el neo-imperialismo de las multinacionales?
Y es que estas escenas son vistas como parte de un proceso por la humanidad, un
fruto de este, los cuales nadie planteó, y, por lo tanto, no cumplen los
requisitos para ser denominadas “actos violentos”. Pero, en realidad, estas
últimas circunstancias poseen todos los adjetivos propios de la violencia. La
gran diferencia, es que son ejercidos por los que poseen poder, por lo que no
son identificables a priori. Así, para evitar adquirir esta clasificación, los
“poderosos” recurren a ciertas herramientas sociales: La indiferencia.
La violencia sistémica de esta índole se basa
en buena parte en el miedo hacia lo divergente, lo que conduce a la sociedad a
guiarse solo por un camino, lo que genera individuos indolentes, pues estos se
guían acorde a un dechado establecido y cada decisión está supeditado a él. Por
consiguiente, estas doctrinas jamás nos permitirán ver sus mismas bases y poder
contemplar sus fallas. Lamentablemente, es tan fuerte su poder de manipulación
que logran reemplazar nuestros intereses por los suyos, y, como efecto,
cualquier peripecia que choque contra ellos, también repercutirá en nosotros.
Desde esta perspectiva, la violencia adquiere
un papel ilusorio, pues no observamos a esta sin claros prejuicios. Sólo es
agresivo el sindicato que se rehúsa a trabajar y no el que arruina miles de
vidas mediante la especulación financiera.
Mas, el principal objetivo no es la adhesión
a ciertas corrientes ideológicas. El fin es mirar a la violencia como un
macro-concepto, sumamente abarcador, el cual no se remita a ciertas esquinas,
ya que, al igual que las raíces de un árbol, se ramifica por todos las zonas.
Para esto, debemos adquirir un pensamiento crítico y capaz de ver más allá de
lo impuesto, a pesar de que resulte agotador. Esta es la única forma de alcanzar
una solución a la violencia, es el primer paso, pues, de la manera ya descrita,
apreciaremos los objetivos de ambas partes, el porqué de sus actos, y no el
encierro hacia una estrecha mirada que ataca sólo a los que atentan contra lo
que algunos consideran “correcto”.
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