lunes, 22 de octubre de 2012

La Verdad: Una deidad inalcanzable.


Reflexión diaria.

La Verdad: Una deidad inalcanzable.




Durante toda la historia, el hombre se ha esmerado en encontrar el porqué de la cosas, es decir, la verdad. Pero el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche nos plantea un camino interesante de análisis y reflexión: Que esta incansable búsqueda no es más que un vil engaño y de sentido arbitrario. De esta forma, entonces, ¿Está el hombre capacitado para vislumbrarse, a lo menos, con un destello de la sinceridad absoluta, y además, cómo lo lograría? 

La filosofía nietzscheneana afirma que la humanidad jamás ha poseído ni un solo gramo de la franqueza natural, ya que está en nosotros mismos el arte de mentir. Incluso, se encuentra en nuestra constitución biológica, en nuestro intelecto, al punto crítico de volverse necesario para nuestra permanencia terrenal. Aunque pareciera exagerado, no es más que la incómoda realidad. Nuestra mente juega con nosotros, solo vemos la superficialidad del entorno, cubriendo los objetos con una opaca y oscura manta para que solo percibamos los contornos del mundo y no su función elemental. De esta forma, nuestra somera vivencia nos ha acorralado de modo que mostramos diferentes facetas a la sociedad y ni siquiera nuestro propio reflejo es una fiel descripción de nosotros. Así, la farsa, el enmascaramiento, la palabra y un sinfín de actitudes y conceptos nos encierran en un universo de ilusiones.

Por tanto, nunca tendremos la certeza de llegar a gobernar la verdad, porque en realidad nunca la hemos poseído y solo damos catalogaciones a la realidad. Y con esto, haciende un gran error que se remonta a los principios de la humanidad: El clasificar. El darle un nombre a las cosas, no es más que ocultar el significado sustancial a través de estos funestos fonemas, y podemos comprobarlo con enunciar cualquier palabra, así rápidamente nacerá una imagen mental en nosotros. Pero lo que es peor aún, es que estos vocablos han sido asignados tan arbitrariamente que resultar ser absurdo a un proceso lógico, porque encerramos a más de un ser en una misma delimitación, que a simple vista poseen propiedades similares, pero en la profundidad difieren en un abismo de cualidades.

Mas, esto se ha vuelto una situación totalmente habitual. Nos hemos condicionado nosotros mismos para convivir con la mentira, de tal manera que la incluimos en la cultura. Educamos a nuestra prole etiquetando el exterior, dando referencias a objetos que ya los poseían, en otras palabras, como bien decía Nietzsche, damos significados antropomórficos a las cosas (que como es de suponer, no contienen nada real), haciendo descubrimientos inútiles, porque damos metáforas a la naturaleza sobre propiedades que ya tenían, y además, de forma aleatoria.
Considerando todo lo anterior, ¿Cómo podríamos entonces, romper las barreras lingüísticas que nosotros mismos hemos interpuesto en nuestro camino? Obviamente, y como plantea nuestro famoso filósofo nombrado, es mediante el olvido. Si caemos en percibir la vida de una forma más pura, más aguda, donde los verbos se transformen en sonidos melódicos y la escritura en pinturas artísticas, contemplaremos el universo con otros ojos, unos que penetren en lo primordial de nuestra subsistencia y lo que nos conducirá, por consiguiente, a la verdad. Descuadraremos estos marco teóricos interpuestos por el hombre, saltaremos de una vivencia terrenal a una más espiritual, porque las cosas denotaran otros significados, se apropiarán de cualidades que habían permanecido en la invisibilidad para nosotros, porque estaríamos cada vez más cerca de apoderarnos de su verdadero en sí, su veracidad absoluta.

Para explicar mejor el último párrafo, se puede hacer una notable comparación con la película Memento dirigida por Christopher Nolan. Aquí, el protagonista llamado Leonard, quien padece amnesia anterógrada, es decir, no puede almacenar nuevos recuerdos, busca vengarse del asesino y violador de su mujer, investigando su paradero. Para no entrar en detalles, al final se entera que lo usaban para matar a otras personas y que prefiere buscar siempre a un supuesto asesino para darle sentido a su vida. Como es de suponer, Leonard olvida los acontecimientos actuales, pero a pesar de esto logra encontrar la verdad. Y eso ocurre porque podríamos decir que el protagonista posee una “memoria nietzscheneana”. Así, se establece una comparación metafórica la que expresa que si somos capaces de ignorar el lenguaje, estaremos cada vez más cerca de la verdad, ya que lograremos percibir el mundo de una forma inimaginable, en donde no existen catalogaciones aleatorias, tal como lo veía Leonard.

Pero, pareciera que a veces la autenticidad nos lleva a la destrucción. Por ejemplo, cuando Teddy le cuenta a Leonard que en realidad él mismo había matado a su esposa y solo buscaba a otros para darle sentido a su existencia; claramente esto resulta perjudicial para la integridad de Shelby (y obviamente lo decide olvidar), pues ya no viviría por algo.

Con esto, podríamos sintetizar que el hombre enmascara la verdad, ya que no tendría razones para buscar la certeza de la naturaleza, porque ya la habría abrazado. Con lo anterior, sus vidas no tendrían curso que seguir y viviríamos en el vacío absoluto. Además, vivir en el olvido resulta ser utópico. Jamás lo conseguiremos, y si pudiéramos saborearlo, a lo menos por un momento, nuestro intelecto nos volvería a engañar, ya que está en nuestra naturaleza el fingir, pues esto es fundamental y siempre nos basaremos en la superficialidad, aunque esto resulte lamentable.
Para finalizar, y como bien podemos inferir, la humanidad no está preparada para cobijarse en el conocimiento verídico, porque viviremos en un mundo sin una dirección por la cual guiarnos, existiría un espacio abismal en donde reposará el cadáver del hombre descubridor; se destruirá nuestro interés hacia el mundo, porque ya conoceríamos todos su parámetros. Aunque el olvido nos conduzca por el camino correcto, este es tan inalcanzable como la verdad absoluta, porque (e incluso el mismo Nietzsche lo reconoce) nosotros solo podemos sobrevivir con el refugio del engaño y la actuación. Tal vez si perdiéramos esto, ya no seríamos humanos.
Bruno Mena U.

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