Reflexión diaria.
La Verdad: Una deidad inalcanzable.
Durante toda la historia, el hombre se
ha esmerado en encontrar el porqué de la cosas, es decir, la verdad. Pero el
gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche nos plantea un camino interesante de
análisis y reflexión: Que esta incansable búsqueda no es más que un vil engaño
y de sentido arbitrario. De esta forma, entonces, ¿Está el hombre capacitado
para vislumbrarse, a lo menos, con un destello de la sinceridad absoluta, y
además, cómo lo lograría?
La filosofía
nietzscheneana afirma que la humanidad jamás ha poseído ni un solo gramo de la
franqueza natural, ya que está en nosotros mismos el arte de mentir. Incluso,
se encuentra en nuestra constitución biológica, en nuestro intelecto, al punto
crítico de volverse necesario para nuestra permanencia terrenal. Aunque pareciera
exagerado, no es más que la incómoda realidad. Nuestra mente juega con
nosotros, solo vemos la superficialidad del entorno, cubriendo los objetos con
una opaca y oscura manta para que solo percibamos los contornos del mundo y no
su función elemental. De esta forma, nuestra somera vivencia nos ha acorralado
de modo que mostramos diferentes facetas a la sociedad y ni siquiera nuestro
propio reflejo es una fiel descripción de nosotros. Así, la farsa, el
enmascaramiento, la palabra y un sinfín de actitudes y conceptos nos encierran
en un universo de ilusiones.
Por tanto, nunca tendremos
la certeza de llegar a gobernar la verdad, porque en realidad nunca la hemos
poseído y solo damos catalogaciones a la realidad. Y con esto, haciende un gran
error que se remonta a los principios de la humanidad: El clasificar. El darle
un nombre a las cosas, no es más que ocultar el significado sustancial a través
de estos funestos fonemas, y podemos comprobarlo con enunciar cualquier
palabra, así rápidamente nacerá una imagen mental en nosotros. Pero lo que es
peor aún, es que estos vocablos han sido asignados tan arbitrariamente que
resultar ser absurdo a un proceso lógico, porque encerramos a más de un ser en
una misma delimitación, que a simple vista poseen propiedades similares, pero
en la profundidad difieren en un abismo de cualidades.
Mas, esto se ha vuelto
una situación totalmente habitual. Nos hemos condicionado nosotros mismos para
convivir con la mentira, de tal manera que la incluimos en la cultura. Educamos
a nuestra prole etiquetando el exterior, dando referencias a objetos que ya los
poseían, en otras palabras, como bien decía Nietzsche, damos significados
antropomórficos a las cosas (que como es de suponer, no contienen nada real),
haciendo descubrimientos inútiles, porque damos metáforas a la naturaleza sobre
propiedades que ya tenían, y además, de forma aleatoria.
Considerando todo lo
anterior, ¿Cómo podríamos entonces, romper las barreras lingüísticas que
nosotros mismos hemos interpuesto en nuestro camino? Obviamente, y como plantea
nuestro famoso filósofo nombrado, es mediante el olvido. Si caemos en percibir
la vida de una forma más pura, más aguda, donde los verbos se transformen en
sonidos melódicos y la escritura en pinturas artísticas, contemplaremos el
universo con otros ojos, unos que penetren en lo primordial de nuestra
subsistencia y lo que nos conducirá, por consiguiente, a la verdad.
Descuadraremos estos marco teóricos interpuestos por el hombre, saltaremos de
una vivencia terrenal a una más espiritual, porque las cosas denotaran otros
significados, se apropiarán de cualidades que habían permanecido en la
invisibilidad para nosotros, porque estaríamos cada vez más cerca de
apoderarnos de su verdadero en sí, su veracidad absoluta.
Para explicar mejor el
último párrafo, se puede hacer una notable comparación con la película Memento
dirigida por Christopher Nolan. Aquí, el protagonista llamado Leonard, quien
padece amnesia anterógrada, es decir, no puede almacenar nuevos recuerdos,
busca vengarse del asesino y violador de su mujer, investigando su paradero.
Para no entrar en detalles, al final se entera que lo usaban para matar a otras
personas y que prefiere buscar siempre a un supuesto asesino para darle sentido
a su vida. Como es de suponer, Leonard olvida los acontecimientos actuales,
pero a pesar de esto logra encontrar la verdad. Y eso ocurre porque podríamos
decir que el protagonista posee una “memoria nietzscheneana”. Así, se establece
una comparación metafórica la que expresa que si somos capaces de ignorar el
lenguaje, estaremos cada vez más cerca de la verdad, ya que lograremos percibir
el mundo de una forma inimaginable, en donde no existen catalogaciones aleatorias,
tal como lo veía Leonard.
Pero, pareciera que a
veces la autenticidad nos lleva a la destrucción. Por ejemplo, cuando Teddy le
cuenta a Leonard que en realidad él mismo había matado a su esposa y solo
buscaba a otros para darle sentido a su existencia; claramente esto resulta
perjudicial para la integridad de Shelby (y obviamente lo decide olvidar), pues
ya no viviría por algo.
Con esto, podríamos
sintetizar que el hombre enmascara la verdad, ya que no tendría razones para
buscar la certeza de la naturaleza, porque ya la habría abrazado. Con lo
anterior, sus vidas no tendrían curso que seguir y viviríamos en el vacío
absoluto. Además, vivir en el olvido resulta ser utópico. Jamás lo
conseguiremos, y si pudiéramos saborearlo, a lo menos por un momento, nuestro
intelecto nos volvería a engañar, ya que está en nuestra naturaleza el fingir,
pues esto es fundamental y siempre nos basaremos en la superficialidad, aunque
esto resulte lamentable.
Para finalizar, y como
bien podemos inferir, la humanidad no está preparada para cobijarse en el
conocimiento verídico, porque viviremos en un mundo sin una dirección por la
cual guiarnos, existiría un espacio abismal en donde reposará el cadáver del
hombre descubridor; se destruirá nuestro interés hacia el mundo, porque ya conoceríamos
todos su parámetros. Aunque el olvido nos conduzca por el camino correcto, este
es tan inalcanzable como la verdad absoluta, porque (e incluso el mismo
Nietzsche lo reconoce) nosotros solo podemos sobrevivir con el refugio del
engaño y la actuación. Tal vez si perdiéramos esto, ya no seríamos humanos.
Bruno Mena U.
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